Resiliencia, el renacer del sufrimiento en los niños

Resiliencia, el renacer del sufrimiento en los niños

Durante siglos se ha venido manteniendo la idea de que mente y cuerpo debían estudiarse por separado y así la ciencia ha ido ocupándose de las dolencias de ambos sin apenas considerar la afectación de un sistema sobre el otro, al menos no hasta los últimos tiempos donde la neurociencia y en concreto las técnicas de neuroimagen han permitido comprobar los daños físicos que se producen en el cerebro de los niños ante la exposición a situaciones traumáticas de alto impacto emocional.

Las investigaciones con niños que han sido criados en ambientes hostiles donde hay un aislamiento sensorial o carencias afectivas graves muestran afectación de los lóbulos prefrontales, consecuentemente el desarrollo esperable se detiene, atrofiándose su funcionalidad.

Los infantes que no han tenido la posibilidad de desarrollar buenos vínculos de apego con sus cuidadores, necesarios para anclarse en una base segura desde la que crecer y entender el  mundo que les rodea, viven como amenazantes situaciones neutras de acercamiento con otros humanos, tienden a presentar conductas centradas en sí mismos, no se interesan por el mundo exterior, no desarrollan el lenguaje y todo hecho se convierte en algo estresante, una sonrisa, una caricia, un acercamiento físico o verbal, todo es vivenciado como una agresión. La carencia afectiva coloca al menor en un estado constante de alertadesconfianza y miedo, lo que implica que las glándulas suprarrenales segreguen niveles excesivos de cortisona y adrenalina, pudiendo llegar a dañar a las células nerviosas (neuronas) e impidiendo en el niño un buen contacto que le disponga al aprendizaje.

Las investigaciones se han centrado durante muchas décadas en las consecuencias del maltrato físico y sexual en los menores, sin embargo, una de las formas de maltrato que más perjudica el desarrollo del menor tiene que ver con el abandono y la carencia de afecto, imprescindible para la supervivencia y su funcionamiento cognitivo a lo largo de toda la infancia. Sin amor, sin caricias y sin consideración de las necesidades afectivas del menor, se compromete seriamente su desarrollo.

Pero no todo van a ser malas noticias, y es que el cerebro es un órgano tan plástico que permite en muchas ocasiones la recuperación y la superación, de modo que lo que no se puso en su momento, puede suplirse con tiempo y esfuerzo dándose las condiciones adecuadas. En este sentido el Doctor Boris Cyrulnik, neurólogo, psiquiatra y psicoanalista nacido en Francia en 1937, ha dedicado gran parte de su labor profesional al desarrollo del concepto de resiliencia como un renacer del sufrimiento. En sus estudios sobre la capacidad de los niños para retomar el desarrollo que quedó paralizado por las carencias afectivas, describe minuciosamente las condiciones necesarias para que pueda generarse un clima donde la resiliencia sea viable, es decir, donde pueda reanudar un desarrollo después de un traumatismo psíquico. Para el Doctor no existe un perfil de niño resiliente sino que es la suma de las condiciones externas que le rodean junto con las condiciones internas que posee. Efectivamente, ambos asuntos nos dan mucha información acerca de las probabilidades de recuperación para el menor.

  • Condiciones externas favorables para reestablecer el desarrollo

¿Cómo funciona la constelación de adultos que le rodea? ¿De cuántas estrellas dispone y qué capacidad tienen para ayudar al niño a retomar su camino? En el entorno del niño encontramos figuras afectivas que pueden suplir las carencias previas, hermanos, tíos, profesores o vecinos que pueden aumentar las condiciones de resiliencia cuando sus cuidados son efectivos y funcionales. Si el menor dispone de figuras que garanticen un ambiente afectivo suficiente podrá desarrollar mecanismos de recuperación de esas carencias previas, sin embargo, si es estigmatizado por su entorno, por la sociedad en la que vive, si se considera que después de lo que ha sufrido, jamás podrá salir adelante o es rechazado en su vecindario, las probabilidades de recuperación disminuyen considerablemente.

  • Condiciones internas y propias del niño para la resiliencia

Boris Cyrulnik toma en consideración un concepto clave para que el infante pueda sostenerse a lo largo de su vida, el apego seguro y es que, cuando logra confiar en la relación con los demás tiene más facilidad para comunicar sus necesidades, para pedir ayuda, para buscar sustitutos afectivos en caso de infelicidad, es un punto fuerte determinante que tiende a repetirse a lo largo de la vida. Un niño con apego seguro no podrá evitar el sufrimiento pero buscará recursos para compensarlo en la relación con los demás, usará la reflexión, la mentalización y la imaginación, de manera que podrá apaciguar su dolor refugiándose en la ensoñación, el mundo no será hostil sino un lugar donde encontrar nuevas oportunidades para vincularse.

La creatividad parte de las posibilidades que ofrecen estos recursos imaginativos, de hecho señala el Doctor, muchos de los niños que sufrieron esta falta de amor pueden aislarse del dolor y encontrar la belleza en sus creaciones, así entre los niños resilientes es fácil encontrar cineastas, escritores, pintores, músicos, que han podido escapar del horror de su propia realidad generando realidades nuevas, lo que los psicoanalistas definen como sublimación.

Otro de los elementos claves para el desarrollo de la resiliencia según Boris Cyrulnik es el altruismo, en este caso el niño que ha sufrido pondría en marcha un mecanismo de defensa positivo a través del cual conecta con el sufrimiento de los demás y se interesa por mejorar su estado. Es frecuente encontrar niños que han pasado hambre o han sido abandonados o humillados cómo despliegan su altruismo para compartir sus alimentos, dar afecto o proteger a los más débiles. De alguna forma pueden entender con más facilidad el malestar de los otros, sus carencias, proporcionando una parte de sí mismos que ellos mismos no tuvieron. Aumentará la resiliencia siempre que no se abuse de esta defensa, ya que en un extremo el coste puede llegar a ser tan alto que uno mismo cargue con la angustia de los demás, llegando a caer en una depresión por agotamiento.

“Para educar el niño hace falta la tribu entera”

Sin lugar a dudas las capacidades de cualquier niño para sobrevivir a la falta de afecto pueden llegar a ser extraordinarias, entorpecerlas con prejuicios, pensamientos obsoletos, tendencias culturales dañinas o la falta de colaboración de los adultos que le rodean pueden dejarle anclado en el sufrimiento y en un desarrollo patológico. La resiliencia es la clave para la superación del trauma si dejamos que desplieguen todos sus puntos fuertes, apoyando y confiando en que encontrarán el camino de vuelta al bienestar emocional.

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