• Ni contigo ni sin ti

En el origen de la relación de pareja encontramos claves que explican los pilares sobre los que se fueron construyendo la historia de la relación.

Y es que como todo es cuestión de gustos, algunos se encuentran de forma tranquila, a través de la amistad y el vínculo seguro, otros por preferencias o proyectos comunes compartidos y por supuesto están los que viven el tan preciado “flechazo”, cuyo motor es sin duda la pasión, a secas, sin más.

Esos encuentros repentinos donde se cruza una mirada y donde poco más basta para reconocer a la persona con la que se iniciará una relación de amor, suelen colocar como uno de sus primeros pilares la pasión. A partir de los encuentros pasionales se irán edificando el resto de pilares mínimos para que se establezca y mantenga la relación en el tiempo, a saber, la complicidad y el compromiso.

Sin embargo no siempre sucede de forma armónica y los miembros de la pareja parecen sostenerse exclusivamente sobre la pasión, en este caso suele ser una pasión mal entendida que genera un enganche al mismo nivel que puede hacerlo una droga.

Se suceden los encuentros y desencuentros con gran carga emocional, existe un “no te soporto, por favor, no me abandones”, que promueve una historia de amor con una fuerte vinculación afectiva cargada de ansiedad e inseguridad, los miembros bailan al son del estado emocional del otro constantemente y todo lo que sucede en la pareja adquiere un tremendo valor.

Estas parejas se van apegando cada vez más a través de las lunas de miel que prosiguen a los dolorosos momentos de discusión donde todo parecía perderse y así, el reencuentro calma la ansiedad de separación y refuerza una vez más ese “estamos hechos el uno para el otro”.

Dos adultos con carencias y excesos afectivos que ponen en la pasión toda su artillería pesada, con la creencia de que el amor que se tienen duele tanto que precisamente por eso lo hace muy auténtico. Y así, lejos de fracturarse el vínculo con las desavenencias o faltas de respeto repetidas, se fortalece, encontrando en cada reencuentro el ansiolítico que necesitan para compensar su miedo a la pérdida del “amor de su vida”.

Parejas que se aman y sin embargo experimentan permanentemente episodios cargados de un elevado coste emocional, suelen expresar estas parejas que “el mismo que te sube al cielo te lleva de la mano al infierno”, lo cual es un conflicto tremendo que el inconsciente necesita negar o resolver.

Y es que cuando la pasión mal entendida es el pilar fundamental nos encontramos con una disfuncionalidad profunda, el amor que se brindan es un mal amor, es tramposo, voraz, intermitente e intenso, su forma de amarse es precisamente la que les hace enfermar.
Relaciones que adolecen de un “ni contigo ni sin ti” porque al tiempo que se duelen son incapaces de abandonarse y dejarse ir. El conflicto está servido y los intentos de separación serán su eterna canción.

Parejas que en terapia se exponen a sí mismos, a su forma de querer y ser amados, a entenderse desde la empatía y las necesidades de la relación más que desde sus propias heridas en sus relaciones primarias de apego. Parejas que se atreven a transformar el mal amor en bueno y a colocar la pasión con nuevos significados que permitan sostener a la pareja también desde la complicidad y el compromiso. Parejas valientes para exponerse a discurrir si aquello que llaman amor lo es…o no.

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