La terapia de familia es el encuentro con el grupo de pertenencia con el que convivimos cada día y con un invitado muy especial, el terapeuta. Diría que es casi mágico como adquieren sentido las sensaciones y las narrativas individuales cuando puedes contemplar a todo el sistema en su conjunto, la comprensión de cada síntoma se hace aún más profunda si cabe.

Tener a un sistema familiar completo en consulta es todo un honor para el terapeuta que podrá observar sus propios movimientos y dinámicas relacionales, sentarse frente al sistema para reconocer su propio baile, sus armonías, sus tropiezos, sus órdenes y desórdenes, sus turnos, sus peculiares pasos y sus ritmos.

En terapia de familia trabajamos juntos para describir la propia melodía que resuena en cada familia en particular y en qué lugares las disonancias hacen que no suene bien su música. Cada  uno de los miembros de la familia tiene su justo lugar en el marco terapéutico, lugar que en muchas ocasiones no puede darse por la disfuncionalidad del sistema.

Encontrarse en la terapia puede ser el punto de inflexión que marque un cambio relacional entre los miembros y sobretodo un conocimiento y reconocimiento de los otros que vaya más allá del rol que ocupan normalmente dentro de la familia.