La infancia precisa de grandes dosis de felicidad, amor y regulación emocional para adentrarse con firmeza y sin angustia en el camino hacia la toma de conciencia de su realidad. Camino que iniciará allá por la adolescencia, un momento evolutivo cargado de estrés y descompensaciones emocionales necesarias para emprender la transformación hacia la juventud.
El trabajo con niños incluye sin lugar a dudas la participación activa de su sistema familiar, donde se tejen sus excesos y defectos, sus fortalezas y sus miedos, sus equilibrios y disfuncionalidades.
Comprender la presencia de los síntomas en los niños requiere de una visión global, activa y panorámica que permita sacarle de la etiqueta del “niño problema” y situar el motivo de consulta como un signo de que el sistema familiar necesita realizar cambios.
Los niños nos traen a consulta de forma espontánea una proyección de los vínculos, creencias, modelos de pensamiento y de relación que habitan en lo más profundo de sí mismos: su familia. El trabajo terapéutico con ellos es siempre un regalo cargado de honestidad, creatividad y un vínculo afectivo con el terapeuta que permitirá el cambio.